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lunes, 16 de mayo de 2011

La Reina Valyria


En su momento os comenté que ésta era la portada de mi nuevo proyecto, una historia nada parecida a lo que he estado haciendo hasta ahora. Sé que algunos de vosotros habéis leído mis libros, o bien El Ángel de la Destrucción, o La Llama del Ángel. No esperéis que este libro se parezca en nada a la Saga El Ángel.
En éste hay acción, mucha acción, tacos a diestro y siniestro, sexo a raudales (sí, sí, Sexo) y un montón de cosas más que iréis viendo poco a poco. Os voy a dajer, par que veáis que no soy mala, el primer capítulo. Cuando esté terminado y lo podáis comprar, os avirasé. AH! Se me olvidaba, no es apto para cardíacos ni menores de 18 años!!!!
Luego no digáis que no os he avisado
CAPITULO UNO
La noche no había sido fructífera, y eso no era bueno. Significaba que Nymeria estaría de un humor de perros. Cuando las cosas no salían según lo planeado, era mejor no estar al alcance de su ira. Todos lo sabían, pero quizás quién más la comprendía era Andrómeda. Ella se frustraba de igual manera que Nymeria, pero tenía el consuelo de saber que Rod apagaría esa frustración. Sonrió, pensando en todo lo que aquel hombre, que era su mitad, le haría al llegar a casa. La sonrisa se expandió en su hermoso rostro al ver como él ya había fijado sus ojos en ella de una manera completamente lasciva.
-¿Se puede saber de qué coño te ríes, Andrómeda?- Ahí estaba la ira de Nymeria. Nadie dudaba de ello cuando aquellos ojos rojos centelleaban como ávidas llamas en busca de su presa.
-De nada. Es una pena que no haya salido bien.
-¿Una pena, dices?- El contenedor de basura salió volando a causa de la patada que Nymeria le había dado.- Es un mierda que se haya escapado, y encima ha matado a una humana. Así que no me hables de pena, ¿quieres?
-Nymeria, deberías calmarte.- Altea era la única que osaba decirle cómo debería comportarse.
-No me da la gana.- Giró sobre sus talones con las manos abiertas.- Esto es un desastre. Limpiadlo.- Y se dispuso a marcharse.
-¿A dónde vas?- Raúl, el hombre que compartía la eternidad y la cama con Altea, se plantó frente a ella.
-Apártate Raúl.
-Sabes que no puedes ir sola por ahí.- Cuadró los hombros, impidiendo que ella viera el temor en sus ojos. Nymeria era capaz de atemorizar al mismísimo Diablo cuando se enfurecía de esa forma.
-Voy a despejarme.- Y sin mediar ni una palabra más, agarró a Raúl por un brazo y lo lanzó a unos veinte metros. Por suerte Raúl aterrizó sobre sus talones. Imaginó que Nymeria haría algo así. La conocía demasiado bien.

Las ruedas del coche patinaron sobre el asfalto, dejando un olor a goma quemada y a furia tras de sí. Era mejor dejar que Nymeria se calmara, así que los cuatro se dispusieron a limpiar los restos de la batalla que allí se había librado. No había que dejar rastro.
Los coches no dejaban de hacer sonar sus cláxones al ver pasar el Hummer negro de Nymeria. No respetó ni una señal, ni un semáforo en rojo, ni un paso de peatones. Descargó en aquel coche toda su ira y frustración. Sabía que no era culpa de nadie, que ni ella ni sus acompañantes eran responsables de lo ocurrido, pero aquel ser se había cobrado una vida humana más y ella no lo había podido impedir. Y su cometido era detener a aquella sabandija.
Cuando hubo descargado toda su furia en el coche, decidió parar. Frenó en seco en la parte trasera de una cafetería que no cerraba nunca. Un 24H de esos que tanto les gustaba a los humanos. Era como si para ellos una vida no fuera suficiente y quisieran exprimirla al máximo. Le entró hambre al oler el pan recién hecho y el café que alguien estaba preparando. Decidió entrar.
Los dos dependientes se dieron la vuelta al verla entrar. Ni siquiera se molestó en quitarse la gabardina de cuero, y ya se había cuidado de ponerse las gafas de sol para que no vieran sus ojos rojos. Pensarían que estaba loca por ir con unas Rayban último modelo a las cuatro de la mañana, pero le importó un pimiento.
-¿Me pones un café solo, sin azúcar, y un bollo de esos?- Dijo señalando a las magdalenas rellenas de confitura de frutas del bosque.
-Por supuesto guapa. ¿Quieres algo más?- El pobre chico, que se creía que era igualito a Brad Pitt, trató de ligar con ella, sin saber que si ella no hubiera descargado toda su furia en el coche, probablemente le hubiera estrujado las pelotas hasta hacérselas puré. ¡Dichosa manía de los humanos de querer tirársela!
-No.- Respondió rotundamente antes de girarse y sentarse en una de las mesas del local.
-Menudo corte te ha pegado, colega.- Le dijo el compañero mientras le preparaba el café.
-Ella se lo pierde.
-La que se lo pierde es tu polla. ¿Has visto como está esa tía? Joder, si me he empalmado nada más verla entrar.- Nymeria agarró una revista de la mesa contigua y trató de leer para no escucharlos. Llevaba demasiado tiempo oyendo el mismo tipo de comentarios soeces y grotescos.
-Su café señorita.- Dijo el rubio con un zalamero tono de voz.- ¿Está segura que no quiere nada más?
¡Se acabó! Su paciencia tenía un límite y aquella no era una buena noche para que un tipo intentara llevársela a la cama.
-Sí.- Los ojos del chico se iluminaron. Pero cuando Nymeria se bajó ligeramente las gafas de sol para mirarlo por encima de la montura, la expresión del pobre chaval cambió.- Que dejes de intentar llevarme a la cama, porque si tu amiguito o tú hacéis un solo comentario más, os arranco las pelotas y os las meto por el culo. ¿Lo has entendido?- Finalizó guiñándole un ojo. Para otro hubiera sido un gesto de complicidad, pero los ojos rojos de Nymeria solo indicaban una cosa. Hablo en serio y soy peligrosa. El chico se largó con el rabo entre las piernas y el susto metido en el cuerpo.
Ninguno de los dos hizo un comentario más. Nymeria se había asegurado de hablar en un tono suficientemente alto y amenazador como para que el otro chico la oyera. Ambos se dedicaron a sus quehaceres mientras ella se tomaba el café y el bollo. Lo cierto era que, por muy soplagaitas que fueran los dos, el café estaba de vicio. Eso tenía que reconocerlo. Para lo único que servían aquellos dos era para preparar un café cojonudo.
Las luces de un coche iluminaron el local cuando se colaron por uno de los enormes ventanales del local. El motor se caló, y su conductor trató de volverlo a arrancar, sin fortuna. El afinado oído de Nymeria escuchó la sarta de maldiciones y tacos que el conductor propinó al no lograr arrancar el vehículo. Sonrió. No era la única que estaba de mal humor aquella noche. El conductor bajó y ella se deleitó observándolo. Era alto, de metro noventa, moreno y con unos increíbles ojos color chocolate. Guapo, atractivo, musculado. Y lo primero que Nymeria pensó es que sería el típico ligón de discoteca. Seguro que cuando la viera, intentaría tirarle los trastos. Se acercó a la barra, dejó un billete y no esperó las vueltas. Iba a salir por la puerta, pero el conductor se disponía a entrar, así que optó por meterse en el baño, a ver si había una ventana por la que pudiera escapar. No estaba de humor para aguantar más intentos de llevársela a la cama aquella noche, y sabía que si no se marchaba, acabaría cometiendo alguna estupidez.
-¡Mierda!- El baño no tenía ventanas. Sopesó sus probabilidades de salir de allí. Primero, podía atravesar la pared, pero el estruendo iba a ser descomunal. Opción descartada. Segundo, podía tratar de salir por la puerta sin ser vista. Eso era fácil. Solo tenía que abrocharse la gabardina y correr como el viento. Pero cuando estaba dispuesta a hacerlo, el maldito efluvio a huevos podridos llegó a sus fosas nasales.- ¡Joder! Menuda noche.
Sacó el móvil del bolsillo y simplemente lo dejó llamando. Sus compañeros localizarían la llamada gracias al GPS del teléfono e irían a ayudarla. Podría ser que al final la noche no fuera tan infructuosa como había creído. Se colocó las gafas de sol, acarició la hermosa lágrima de cristal que llevaba colgando del cuello, revisó los cargadores de las pistolas que llevaba escondidas bajo la gabardina y, regresó a la cafetería.
Las dos sombras habían poseído a dos tipos enormes. ¿Por qué siempre tenían que poseer a tipos grandes y musculosos? ¿Es que no habían aprendido, a lo largo de los siglos, que eso no les servía de nada frente a las Valyrias? Parecía que no.
Los dos tipos estaban en la barra, uno empuñaba un arma, encañonando al camarero rubio. El otro tenía sus ojos fijos en el guapo conductor que había entrado segundos antes.
El otro camarero, el que se empalmaba rápidamente, buscó el bate de beisbol de debajo de la barra. ¡Será gilipollas! Pensó Nymeria, como si eso le fuera a servir de algo. Lo único que iba a conseguir era que les mataran antes de tiempo.
Pero por si aquello no fuera suficiente, entraron dos sombras más. Así que Nymeria se escondió tras una puerta. Necesitaba evaluar la situación. Su mente de cazadora trabajaba a velocidad de vértigo, sopesando la mejor manera de atacar, de cazar, de matar.
-¡Dejad de hacer el gilipollas! Magnus ha dicho que lo quiere a él.- Dijo uno de los tipos que había entrado, señalando al conductor, que miraba atónito la escena.
¿A él? Pensó Nymeria. ¿Quién era ese hombre que Magnus quería capturar, y para qué? Lo que no imaginaba Magnus, es que tras escapar de sus garras, se iba a quedar sin su presa. Porque si creían que se iban a llevar a aquel hombre, iban listos.
Observó como uno de los tipos poseído por una sombra, trataba de cautivar con sus ojos el hombre. Era una práctica que usaban siempre que querían dominar la voluntad de una de sus víctimas. Una táctica parecida a la hipnosis, pero con efectos devastadores si de rompía el vinculo mientras el humano estaba bajo el dominio de la sombra. El humano siempre acaba muerto. Así que se cuidó mucho de no interrumpirlo mientras trataba de dominar al conductor. Pero por alguna extraña razón, no funcionó.
Sacó el teléfono del bolso y dijo solo dos palabras:
-Daros prisa.
-¿Cuántos son?- Andrómeda fue la que respondió.
-Cuatro que yo vea. Vienen de parte de Magnus. Quieren capturar a un humano. Han tratado de controlarlo mentalmente, pero no ha funcionado.
-Estamos ahí en dos minutos.
¡Joder! Dos minutos. Demasiado tiempo.- Entro en acción.- Y colgó. Sabía que si no daba por terminada aquella conversación, Andrómeda empezaría a protestar.
-¡Mierda! ¿Pero tú qué cojones eres?- Dijo el tipo que había estado tratando de dominar al humano. Se acercó a él a grandes pasos. Aquel hombre hubiera podido arrinconarse en el asiento, ponerse a temblar, pero no, se levantó y encaró a aquel tipejo.
-¿Qué queréis de mí? ¿Dinero?- Abrió la cartera y soltó un fajo de billetes.- Ahí lo tenéis. Y ahora dejadme en paz.
-Tú te vienes con nosotros.- Le soltó su contrincante agarrándolo por un brazo.
-Yo diría que no.- Dijo Nymeria apoyada en el marco de la puerta por dónde había tratado escapar.- Suéltalo.
-¡Joder! Es Nymeria.- Dijo el tipo que seguía encañonando al camarero rubio. El pobre chico ya le había dado todo el dinero, pero aquel tipejo sopesaba la posibilidad de volarle los sesos. Los cuatro poseídos se acercaron, y taparon de su campo de visión al conductor.- Sacadlo de aquí.- Dijo uno señalando al conductor.
-Por encima de mi cadáver.- Dijo Nymeria. De un salto enorme se colocó frente a los tipejos. Noqueó a uno de un puñetazo en la nariz, rompiéndosela, a los otros dos los barrió de una patada y el cuarto ya salía por la puerta forcejeando con el conductor.
-¡Suéltame imbécil!- Farfullaba aquel hombre guapo que se negaba a marcharse con la sombra. Desde luego no se podía decir que aquel hombre fuera un cobarde. No tenía ni idea de a quién se estaba enfrentando, pero seguía luchando por su libertad.
-Estate quieto o te dejo sentado en una silla de ruedas.- Dijo la sombra sacando una pistola y poniéndosela en la espalda, justo a la altura de la columna vertebral. El conductor dejó de pelear. ¡Chico listo! Pensó Nymeria.
La sombra estaba tan ocupada tratando de meter a su presa en el Mercedes deportivo, que no se dio cuenta que Nymeria le había alcanzado. Lo agarró por la nuca y le partió el cuello antes de que tuviera tiempo a reaccionar. Cuando el conductor oyó el crujido de las vertebras del tipejo, se giró a mirar con detenimiento a su salvadora.
¡Madre del amor hermoso! ¿De dónde ha salido semejante mujer? Pensó el conductor mientras la observaba con detenimiento. Vestía un mono de cuero negro ajustado, que marcaba cada una de las sensuales cuervas de su cuerpo, no dejando nada a la imaginación. Su melena negra azabache ondeaba al compás de los movimientos de su cabeza, y unos mechones tapaban las hermosas facciones de su níveo rostro. Aquella mujer parecía más un ángel que otra cosa.
-Gracias.- Fue todo lo que alcanzó a decir el conductor, completamente hipnotizado por la presencia de Nymeria.
-No me las des. Todavía no estás a salvo. ¿Cómo te llamas?
-Daniel.- Logró decir no sin esfuerzo.
-Bien, sígueme Daniel, te sacaré de aquí.- Y una corriente eléctrica sacudió el cuerpo de ambos cuando Nymeria le agarró de la mano para llevárselo de allí.- ¿Qué esta…? ¡Al suelo!
Nymeria tiró de Daniel con fuerza y lo hizo caer sobre ella. Sus rostros quedaron a escasos milímetros. Daniel sintió como su corazón se aceleraba, y no supo decir si era debido a la bala que había pasado rozando su hombro o a la cercanía de aquella mujer. Ella lo empujó ligeramente y lo hizo rodar, dejándolo a él debajo. Se sentó sobre la pelvis de Daniel, que luchaba con todas sus fuerzas para no empalmarse. Esa mujer era pura dinamita.
-No te muevas de aquí. Toma.- Dijo dándole un arma.- Si se acerca uno de ellos, dispara sin pensártelo, ¿me entiendes?- Daniel solo alcanzó a asentir con la cabeza. ¿De dónde había salido esa mujer?- Bien, voy a ver cómo está la situación.
Se levantó de encima de Daniel, y se acercó al morro del coche tras el cual se habían escondido. A las tres sombras del bar se les habían unido cuatro más que llegaron en otro coche. Nymeria vio que se interponían entre ellas y su Hummer.
-¡Mierda!- Dijo al tiempo que se acercaba de nuevo a Daniel.- ¿Dónde cojones estáis?- Pensó en voz alta. Se dio cuenta que Daniel la miraba desconcertado.- Bien, escúchame, vamos a salir corriendo en dirección a mi coche. Es un Hummer negro que está aparcado detrás. Quiero que corras como el viento. Yo te cubriré las espaldas. Cuando lleguemos al coche te metes dentro cagando leches. Yo te sacaré de aquí.
-¿Qué quieren de mí?- Parecía que Daniel iba a entrar en shock en cualquier momento.
-No lo sé. Pero que Magnus te quiera capturar no es buena señal.
-¿Quién es Magnus? ¿Y quién eres tú?
-Nymeria. Me llamo Nymeria. Escucha, no tenemos tiempo, ¿vale? Ya te lo contaré cuando te saque de aquí. ¿Estás listo?
-No.
-Bien.- Dijo Nymeria sacando la lágrima de cristal que llevaba colgando del cuello.- A mi señal, corre como si te persiguiera el Diablo.
Nymeria se puso en pie, llamando la atención de las sombras. De pronto disparó, al tiempo que alzaba la lágrima.
-Mhia sha rho.1- Dijo. Y la lágrima comenzó a despedir una hermosa luz blanca.- ¡Ahora, Daniel!
Obedeció. No le quedaba otra. No entendía que estaba pasando, pero parecía que aquella mujer sabía lo que se hacía. Daniel corrió, como jamás había corrido, sintiendo como Nymeria le pisaba los talones y como las balas salían del arma de su salvadora. De pronto se encontró frente al coche de Nymeria, y se metió dentro.
-¡Agáchate!- Le ordenó ella mientras arrancaba el motor con un rugido infernal y seguía disparando. En el equipo de estéreo empezó a sonar “Highway to Hell” de AC/DC. Metió la marcha atrás y salió haciendo chirriar las ruedas. El móvil de Nymeria sonó y ésta respondió sin dejar de conducir como una loca.- ¿Dónde coño estáis? Tengo a cuatro sombras siguiéndome en dos coches.
-Estamos cerca. ¿Qué demonios está pasando?
-No lo sé. Quieren atrapar a un humano, por orden de Magnus. He usado la lágrima y he atrapado a una sombra. Pero necesito el Haz de Luz.
-Ya te dije que no debías ir sola por ahí.- La voz de Raúl se escuchó de fondo. Al parecer Andrómeda tenía puesto el manos libres.
-No me jodas Raúl, que no estoy de humor. Voy por la cuarenta y dos en dirección norte. Me meteré en el callejón que da a High Park. Daos prisa.- Y colgó.
Daniel la observó con detenimiento. Esa mujer no era como las demás. Para empezar, su rostro, níveo, hermoso, sutil, perfecto. Luego, las gafas de sol que levaba puestas. No entendía como podía ir con aquellas gafas a las tantas de la madrugada, pero tampoco preguntó. Su cuerpo era indescriptible, esbelta, ligeramente fibrosa, fuerte. Su pelo…
-Deja de mirarme así, Daniel. No soy un pastel de chocolate.- Y dio un volantazo metiéndose en el callejón.
-¡Joder Nymeria! Por ahí no cabemos. Nos vamos a matar.
-Si te crees que después de salvarte de esas sombras voy a estrellarme con el coche, vas listo.- Las paredes se estrechaban cada vez más. De pronto se oyó un golpe secó, como si algo hubiera caído sobre el techo del Hummer.
-¿Nos esperabas?- Dijo Andrómeda al colarse por una ventanilla.
-Muy graciosa. ¿Traes el Haz de Luz?
-Sí, pesada.- Andrómeda siempre le buscaba el lado divertido a la caza. Algo que Nymeria no entendía.
-¿Y a qué coño esperas a disparar? Los llevo pegados al culo.
-A que se cargue.
-¿Qué no está cargada? Mierda Andrómeda, ¿a qué te crees que estamos jugando?- Y dio otro volantazo saliendo del callejón y cruzando a toda velocidad la calle principal para meterse con el coche en el parque de la ciudad. Embistió la valla que rodeaba al parque y se adentró en él.
-Nos vamos a matar.- Murmuró Daniel aferrado al salpicadero.
-No.- Fue todo lo que respondió Nymeria mientras se dedicaba a esquivar árboles.- ¿Y Rod y Raúl?
Todavía no había terminado de decir aquello cuando otro Hummer embistió uno de los coches que perseguía a Nymeria, haciendo que se estampara contra un árbol y explotara.
-¡Bien! ¡Ese es mi hombre!- Gritó Andrómeda efusivamente. Nymeria resopló como un toro a punto de embestir.- Vale, esto ya está.
-Altea, pasa delante, yo dispararé.- Dijo Nymeria. Y de un salto se puso en pie sobre el asiento del coche. Altea se coló entre los asientos y tomó el volante.
-Esto es una locura. Nos vamos a matar.
-Te he dicho que no nos vamos a matar.- Le gritó Nymeria.- Y ponte esto.- Dijo pasándole sus gafas de sol.
Daniel se quedó petrificado al ver los ojos rojos de Nymeria. Petrificado ante tanta belleza. ¿Cómo podían unos ojos así ser tan hermosos y encajar con tanta perfección en aquel rostro? La observó completamente anonadado. Por unos instantes le pareció que aquella mujer era la reencarnación de la Diosa Venus sobre la faz de la tierra.
-Daniel, ponte las gafas de una vez.- Altea seguía esquivando coches, mientras Rod y Raúl embestían al otro coche por detrás.
-A la de tres, ¿entendido?
Nymeria se salió por la ventanilla del coche y se subió al techo del coche. Daniel pensó que se iba a matar. Pensó en cómo era posible que aquella mujer tuviera tanta fuerza, agilidad y equilibrio. Y decidió que aquella mujer, de ojos rojos, níveo rostro y cuerpo indescriptible, no podía ser humana.
-Uno, dos, tres.- Y un potente halo de luz salió del arma que Nymeria portaba. De pronto, la noche desapareció y la luz de un fugaz amanecer, apareció. El coche que los seguía frenó en seco, y el Hummer donde iban Rod y Raúl se puso a la altura de ellos. Altea no dejó de conducir, pero sacó el coche del parque y volvió a la calle. Los hombres siguieron pegados a ellas.
-Quita. Ya sigo yo.- Le dijo Nymeria a Altea a través de la ventanilla del conductor. Altea obedeció y pasó al asiento trasero. Daniel observó cómo Nymeria entraba de nuevo en el coche.
-¿Cómo has hecho eso?
-Te lo explicaré cuando lleguemos.
-¿Lleguemos? ¿Dónde?
-A mi casa.- Y escuchó las socarronas risas de Altea y Andrómeda.- Vosotras dos, fuera del coche.
-Hecho.- Andrómeda asomó la mitad de su cuerpo por la ventanilla trasera.- Cielo, acércate un poco más.- Y el Hummer que conducía Rod se pegó al de Nymeria.- Nos vemos mañana, Nan.- Fue lo último que dijo antes de colarse por la ventanilla trasera del otro coche.- Hola amor, has estado fantástico.- Y rodeó el asiento hasta colocarse sobre Rod. Estampó sus labios en los de él de forma prohibitiva.
-Nena, espera que lleguemos a casa. Vas a conseguir que me empalme antes de hora.- Consiguió decir Rod tras separar sus labios de los de Andrómeda, que rió divertida.
-Vamos cielo. ¿No iras a dejarme solo con estos dos?- Raúl le tendió la mano a Altea, que saltó al otro coche. Cayó sobre su hombre, que la estrechó contra sí.- Mi guerrera… Mmm, me encanta como hueles tras una batalla.- Dijo pasando la punta de la nariz por el cuello de Altea.
-Rod, acelera. Andrómeda no es la única que tiene ganas de una noche de sexo loco.- Fue todo lo que alcanzó a decir Altea antes de dejar que Raúl la besara.
Daniel observó atónito aquella escena. El Hummer de Rod salió disparado, haciendo sonar el claxon, mientras los cuatro se reían por la expresión de Daniel.
-Te acostumbrarás.- Le dijo Nymeria a Daniel.- Se pasan el día así. Follan como conejos.
-¿Por qué me llevas contigo?- A Daniel le importaba un pimiento si aquellos cuatro follaban mucho o poco. Quería saber porque esa mujer se lo llevaba con ella.
-Magnus te quiere, y hasta que no averigüemos para y por qué, te quedas bajo mi custodia.
-¿Me estás secuestrando?
-Llámalo como quieras.
-Tengo una vida, un trabajo, unos amigos, una familia.
-¿Estás casado?
-¿Qué? No. Hablo de mis padres. No estoy casado, ni siquiera tengo novia.
-Mejor. Menos explicaciones tendrás que dar. Y como te he dicho, quedas bajo mi custodia hasta que averigüemos que quiere Magnus de ti. Puedes protestar, patalear, gritar, hasta intentar escaparte. No te servirá de nada.
Daniel hubiera querido discutir con ella, pero se dio cuenta que en realidad, deseaba que ella se lo llevara. Esa mujer, viniera de donde viniera y fuera lo que fuera, le fascinaba hasta tal punto, que se dio cuenta que se le estaba poniendo dura solo con mirarla. Se metió las manos en los bolsillos de los pantalones para tratar de disimular su erección, y se limitó a observar la carretera. Daniel se convenció de que aquella mujer no era su salvadora. Era su perdición.

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